
Cuando Time Warp decidió plantar su bandera en Madrid, el relato del techno en España cambió de escala. No era “un festival más” en la agenda otoñal, sino la llegada de la marca europea que, desde 1994, ha convertido la producción audiovisual en un lenguaje propio y ha educado a generaciones de clubbers en la liturgia de la pista. Su estreno en la capital abrió una puerta que ahora, en su segunda edición (10 y 11 de octubre de 2025, IFEMA), se ensancha con un cartel que pinta una de las noches más sólidas del año: puro techno europeo, con diálogo entre escuelas, generaciones y estéticas.
Time Warp no compite por volumen; compite por relato. Madrid tiene clubes y festivales con personalidad, pero pocas propuestas pueden permitirse el músculo técnico —sonido calibrado al milímetro, escenografías que mutan, iluminación quirúrgica— que la marca alemana despliega cuando toma un recinto ferial y lo convierte en un laberinto de pabellones interconectados. El resultado es una experiencia inmersiva que habla el idioma de la pista, no el de la pirotecnia vacía: la música manda y la producción la amplifica.

La brújula del techno (y sus acentos)
El cartel de 2025 es una declaración de intenciones. Charlotte de Witte encabeza la línea dura con la precisión minimal y el pulso ácido que han redefinido el prime time europeo. A su alrededor, 999999999, Klangkuenstler b2b Future.666 y Clara Cuvé refuerzan un bloque donde la palabra “concesión” no aparece en el diccionario. El sábado, además, trae uno de esos momentos que justifican un viaje: Richie Hawtin y su show exclusivo DEX EFX X0X, laboratorio en directo de los códigos que el canadiense lleva décadas destilando.
El viernes despliega otra cara del ecosistema: Jamie Jones b2b Joseph Capriati como guiño a la frontera entre groove y pegada, Seth Troxler ejerciendo de brújula histórica, KI/KI reactivando el imaginario rave con oficio y riesgo, Funk Tribu como síntesis del zeitgeist, y las figuras de pista Deborah De Luca, Patrick Mason, Chelina Manuhutu o Blond:ish b2b Franky Rizardo completando un mosaico donde el denominador común no es el BPM, sino la curaduría.

El acento de aquí: presencia y pertenencia
Si Time Warp ha calado en Madrid es también porque ha entendido el territorio. La segunda edición refuerza el acento español: Luxi Villar, Karretero, Zarco o Anna Tur no aparecen como Post-it testimoniales, sino integrados en un relato que reconoce la escena local como aliada, no como telonera. Es una señal importante para un ecosistema que hoy exporta talento —del hardgroove al industrial— y que necesita escaparates de primera para medirse con Europa con naturalidad.

Efecto capital: de la anécdota al calendario
La influencia de Time Warp en España se nota ya en dos planos. Primero, en el estándar de producción: lo que antes se consideraba excepcional empieza a asumirse como referencia. Sonido, flujos de público, narrativa visual… el listón sube y arrastra al resto. Segundo, en la agenda: octubre, tradicionalmente territorio de club, se ha convertido en fecha de peregrinación techno en Madrid. IFEMA reúne a miles de ravers nacionales y un porcentaje creciente de público internacional; la ciudad suma pernoctaciones, el circuito clubbing programa “satélites” alrededor del fin de semana y la conversación trasciende la burbuja electrónica.

Por qué este cartel funciona
Porque no es una alineación de cromos, sino un puzle. La dureza del sábado convive con la elasticidad del viernes; hay historia (Hawtin, Troxler), presente hegemónico (Charlotte), nuevas corrientes (KI/KI, Funk Tribu, Clara Cuvé), músculo de pista (Deborah De Luca, Chelina Manuhutu) y b2b que, sobre el papel, prometen choque y fusión (Klangkuenstler con Future.666; Daria Kolosova con Héctor Oaks). El reparto —entre escuelas, escenas y públicos— está pensado para que cada pabellón cuente una película distinta y el conjunto, una sola.
Madrid, capital que se lo cree
La ciudad llega a esta segunda edición con la autoestima clubber en alto: una oferta de salas que compite a escala europea, marcas que exportan, y un público formado que valora tanto el show como la ecualización. En ese contexto, Time Warp no sustituye nada; ordena. Señala un fin de semana y dice: aquí está el techno con estándares de Champions. El resto del año, Madrid demuestra que sabe cuidar la liga.
Lo que pase el 10 y 11 de octubre no se medirá solo en vídeos virales. Se medirá en cómo suena cada sala, en la solvencia de los cambios de turno, en la manera en que un show de Hawtin puede convivir con un cierre de Charlotte, en el brillo de un set de Luxi Villar frente a miles, en ese minuto exacto en el que un pabellón entero abandona el móvil porque la mezcla manda.
Time Warp Spain 2025 llega con lo que prometió: puro techno europeo, curado con criterio y montado con ingeniería. Si la primera edición fue un “hola, Madrid”, esta segunda suena a “nos vemos cada año”. Y esa, probablemente, sea la mejor noticia para una capital que ya se cree —y ejerce— como una de las grandes plazas del techno en el continente.
